lunes, 29 de diciembre de 2008

Demencia

Desvarío cuando el agua se cuela dentro…
La casa está hecha de madera y los cimientos son ya muy viejos. El techo está podrido y en los días de tormenta todo se llena de agua. Frío, siento mucho frío cuando esto ocurre, mi casa es frágil y enseguida se constipa. Oigo voces en mi interior: “Los cuervos sobrevuelan la casa… la serpiente se escurre dentro por pequeños huecos… el agujero se estrecha… un lindo gatito ronronea en el alféizar…”
Los faros se apagan en medio de una calle que no conozco. Apenas salgo del coche y mis dedos aprietan con fuerza la pistola y apunto a la primera figura que descubro. La lluvia golpea con tanta fuerza contra el suelo que yo mismo soy incapaz de oír la detonación. Apenas me detengo para ver caer el cadáver del infeliz. Debo tapar los agujeros si quiero que acabe.
No sé donde encuentro un portal abierto y me cuelo dentro. Hay luz y hace calor, empiezo a subir por las escaleras y andar por los pasillos, pero en algún lugar se me nubla la vista y ya no recuerdo nada más.
Me despierto más tarde, rodeado de gente desconocida. Visten trajes caros, llevan frágiles copas en sus manos y me miran entre curiosos, atentos y sorprendidos. Delante de mí hay una mujer que me habla, pero no logro entenderla, aunque parece amable. Empiezo a recobrar la consciencia y descubro aliviado que me han quitado la ropa húmeda y me han puesto una manta por encima, ahora me traen una taza de café caliente. Murmuro unas palabras de agradecimiento por las atenciones que me están dando, un poco abochornado ya que no puedo recordar la última vez que alguien me cuido de esa manera.
Han pasado los minutos y la gente ya se ha olvidado de mí, pero la mujer sigue a mi lado por si necesito cualquier cosa. Me ha traído otra taza de café y yo rehuyo su mirada. De repente se oye un pequeño crujido sobre nuestras cabezas. En el techo hay una claraboya desde la que se ve la noche y el agua de la lluvia.
-Debería haber insistido en que vinieran hoy a arreglarla –dice la señora a mi lado-. El otro día vimos que se había roto un poco y se ha colado un poco de agua. No mucha, pero con esta lluvia, temo que acabe de romperse del todo y nos inunde.
En ese momento, muevo mis pies sobre la alfombra y la noto húmeda y fría, justo como una gota que acaba de caer sobre mis pies. Levanto la vista aterrado, mientras la mujer continúa:
-No se preocupe, podremos guardarnos en otras…
Oigo voces dentro. Después, solo recuerdo gritos.

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