viernes, 2 de julio de 2010

Huelga

Desde el lunes, la noticia en Madrid no ha sido la selección, ni el fallo del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña, sino la huelga de los trabajadores del Metro. Convocada en un primer momento para lunes, martes y miércoles, se ha visto prorrogada para ayer y hoy, y parece que continuara la semana que viene.

Hay varias cosas de las que hablar sobre esta huelga. Sobre si los servicios mínimos son exagerados o no (cuando se han respetado, apenas he notado la incidencia de la huelga), si la violencia de los piquetes debe quedar impune como hasta ahora (yo soy claro partidario de juzgar con severidad esos hechos), o si la huelga misma tiene razón de ser (el recorte de los sueldos de los trabajadores).

Temas importantes todos ellos, pero a mí el que más me llama la atención es porque la primera gran huelga de la crisis se convoca contra el gobierno de la Comunidad de Madrid. La respuesta, a mi juicio, es sencilla y, en cierto modo, natural.

Al fin y al cabo, en Madrid gobierna el PP, y no cualquiera, sino la autodeclarada más liberal de todo el PP (aunque, como la mayoría, no demuestra saber bien que significa, y que ha significado, ser liberal), Esperanza Aguirre. Para los sindicatos, el enemigo, el ogro, el señor (o la señora) de las cavernas. Dentro del simplista esquema político de nuestro país, la derecha es defensora de los empresarios, y la izquierda la amiga de los trabajadores. El problema surge no sólo cuando un sencillo análisis nos demuestra que esas denominaciones son anacrónicas, superadas por una realidad a la que, sobre todo la izquierda, no quiere hacer caso. El verdadero problema viene cuando nuestra actuación está determinada por esa división.

Si hacemos una comparación, la verdad es que resulta sonrojante ver que al gobierno de la nación, después de anunciar brutales recortes presupuestarios que afectan al estado del bienestar y una reforma labora perjudicial para los trabajadores, se le convoca (con la boca pequeña y obligados por su propia vergüenza) una huelga para dentro de tres meses, mientras que los recortes de sueldo de unos trabajadores con el trabajo más o menos asegurado (como mínimo, más que el resto) motivan una huelga inmediata, con visos de indefinida, y sin respetar los servicios mínimos (dicen que si el gobierno autonómico no respeta la ley al romper los convenios, ellos tampoco tienen que hacerlo con los servicios mínimos; entonces, ¿puedo entrar a robar en sus casas?), que afecta a millones de personas, tanto en su vida profesional como la privada. Por no mencionar que no está convocada para el fin de semana porque, claro, no tiene repercusión, y así no molestan a nadie. Solidaridad obrera.

Así que te quedas con la sensación de que a uno, haga lo que haga, con declararse de izquierdas, no le van a crear problemas, y si lo hacen, es a regañadientes, tarde y mal. Porque durante años ha ido en verano a olvidados actos obreros, cantando la Internacional, y, además, se declara de izquierdas (aunque elimine impuestos o apoye nuevos e innecesarios estatutos de autonomía, fomentando así la desaparición del estado, garante tradicional de los derechos de los trabajadores), mientas que a otros, por declararse de derechas, le montan un pollo de mucho cuidado cuando no hacen más que imitar las medidas que el anterior ha aprobado.

¿No es esto natural? ¿No nos pasa a todos? Siempre resulta más fácil perdonar a aquel que consideras tu hermano o amigo, mientras que a tu enemigo te cuesta reconocerle incluso el derecho a decir “esta boca es mía”.

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