jueves, 25 de septiembre de 2008

Herederos de una tradición centenaria


Estas son las palabras del obrero impresor, que departamento de producción de Ediciones La Librería ha hecho suyas:

"Estoy con mis libros, mis libros, los de mi imprenta, los que pasaron por tus manos, hoja a hoja, letra a letra."

miércoles, 24 de septiembre de 2008

¿una vida en la basura?

En casa tenemos una buhardilla, una pequeña habitación en el último piso a la que hemos dado utilidad en los últimos doce años: ha funcionado como despensa y almacén de nuestros viejos recuerdos. Algo así como las que aparecen en las películas, aunque más pequeña: llena de polvo, con muebles (mucho menos antiguos que los de las películas) y toneladas de recuerdos. En mi caso, éstos son de hace unos doce años, toda mi vida académica estaba guardada en viejas mochilas. Mis viejos libros de texto, mis indescifrables apuntes, guardados ahí “por si un día los necesito” o, más bien, para revivir esos recuerdos más adelante, cuando peine canas (si las peino) y cualquier recuerdo de mis años mozos me haga estremecer.
Ya no será posible. La buhardilla carecía de cualquier tipo de orden y mi madre, en un típico ataque de madre, decidió este verano que había que amueblarla. Y ahora tiene baldas y armarios, tarima en el suelo, y piensa poner mi vieja cama de Barbastro (¿ya no dormiré más en ella?). Y claro, todos esos viejos libros y apuntes ya no tienen sitio ahí arriba; tampoco en mi habitación. Así que han acabado donde era más fácil que acabarán: en el contenedor de papel.
En doce años, no les había echado ningún vistazo desde que los guardé en sus respectivas bolsas. Ahí tenía los problemas de matemáticas que tantos problemas me dieron o las frases de latín que nunca supe analizar. Ví que mi letra con trece años era más clara e inteligible que con 20 o la actual. También leí algún que otro comentario que me puso algún amigo entre los apuntes, alguna coña del momento de la que, increíble, todavía me acuerdo.
Y me he preguntado, ¿de verdad me iba a interesar por ellos dentro de 10, 20 o 30 años? Es verdad que me he quedado un rato mirando todos aquellos libros y apuntes, pero no me he sentido especialmente nostálgico (no más de lo que ya soy por naturaleza) ni he pensado más en el pasado por ello. De hecho, es casi como si hubiera soltado lastre, quedándome sólo con lo que de verdad me importa del pasado: algunas fotografías y viejas cartas, de papel ya amarillento. Tengo mis recuerdos, camisetas donde mis amigos me escribieron mensajes de despedida y alguna otra cosa que, eso sí, veo a menudo y me recuerda lo que he vivido hasta ahora. No me he deshecho de mi pasado o de mis recuerdos, sino más bien de una carga que soportaba inútilmente. Ahora, simplemente, voy más ligero de equipaje que antes. Los mismos recuerdos pero menos peso.

jueves, 18 de septiembre de 2008

La gentuza que nos gobierna

Como tengo la firme convicción de que cada país tiene los gobernantes que se merece, este vídeo no deja muy bien la opinión que tengo de mis compatriotas. Espero, no obstante, que esto sea sólo un ejemplo extremo, que la mayoría de la gente no alcance estos niveles de estupidez. Lo raro, con ministros así, no es que ocurran las desgracias que pasan, sino que no tengan lugar más a menudo.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Nicolás Maquiavelo


Resulta hasta cierto punto trágico que un ferviente republicano como Maquiavelo haya pasado a la historia por el más perfecto manual para cualquier aspirante a gobernante autoritario. Si bien El príncipe es su obra más famosa, no es que refleja su pensamiento, mérito que pertenece a Discursos sobre la primera década de Tito Livio, donde muestra su admiración por la República romana y los beneficios que este sistema de gobierno procura.De familia noble pero no rica, las numerosas deudas de su padre hicieron que no creciera en Florencia, sino en pequeños pueblos de la Toscana. Como tantos otros personajes destacados de su tiempo, recibió una sólida formación humanística, lo que le permitió entrar en contacto con la historia y conocimientos de Grecia y Roma. Durante casi dos décadas trabajó al servicio de la restaurada república florentina, tras el gobierno de los Médici y Savonarola, dando muestras de su patriotismo y de sus amplias capacidades. Sin embargo, el regreso al poder de los Médici le privó de sus cargos y fue torturado. Inició entonces un largo peregrinaje, en el que conoció la ruina económica y el desprecio de los grandes, que no quisieron (o no supieron) aprovechar a este personaje. De él se podría decir, de la misma manera que del Cid, “que buen vasallo que fuesse, si tuviesse buen señor”.
La historia le adjudicó una frase que jamás pronunció o escribió: “El fin justifica los medios”. Él nunca dijo nada por el estilo, aunque por su trayectoria vital bien podría haberlo dicho. Vivió en la brillante Italia renacentista, donde las artes y las letras florecieron de la misma manera que lo hicieron el asesinato como arma política y la difamación. Los golpes de la vida fueron los que le llevaron a escribir El príncipe, obra que le daría fama inmortal, si bien al alto coste de ser constantemente criticado, sobre todo por aquellos que después se mostrarían como los más perfectos modelos de ese príncipe que el proponía. ¿Por qué escribió un manual para que un gobernante se mantuviera en el poder indefinidamente, suprimiendo la libertad de sus súbditos? ¿Acaso no se definía como republicano y expresó toda su vida su admiración por la República romana (no por el Imperio)?
Sin duda, pero, al fin y al cabo, era hombre como todos los demás, y la ruina en la que quedó tras caer la república florentina le llevó a ofrecer su obra al nuevo señor que se iba a adueñar de su querida Florencia: un nuevo Lorenzo de Médicis, que había heredado del Magnífico tan sólo el nombre. Despreciado, como aún lo habría de ser en numerosas ocasiones más, tuvo que buscar otros medios con los que sobrevivir.
¿Es tan inmoral su obra más famosa? En absoluto. En ella recomienda al príncipe que cultive el amor y el bienestar de sus súbditos, que son, en última instancia, los mejores garantes de su soberanía. Cuida a tu pueblo y este cuidará de ti, viene a decir. En la Italia renacentista, donde un estado podía pasar por varios regímenes y gobernantes en tan sólo cinco años, esta admonición tiene toda la lógica del mundo: el pueblo volverá, tarde o temprano, a reclamar a aquel con el que fue feliz. Sólo en lo que concierne a las relaciones exteriores muestra esa doblez, esa perfidia que han atacado sus numerosos enemigos. Pero, teniendo en cuenta que se trata de un manual práctico, no de un tratado ético, no podía hacer otra cosa. Él había visto como cumplir la palabra dada había llevado a la ruina a no pocos príncipes, como triunfaban aquellos cuya mano izquierda ignoraba lo que firmaba la diestra, los que presumían de religiosos para beneficiarse con ello. En suma, él hablaba del mundo real, no del deseado.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Venecia, la ciudad de los canales


Aunque quizá sea una de las ciudades más celebradas del mundo, es curioso como los italianos (y sobre todo los propios venecianos) la tratan con cierto tono despectivo. Algo así como un agujero en el culo nos decían los italianos que conocimos que era la ciudad de los canales. Para la mayoría de los que la visitamos, sin embargo, es una de esas ciudades mágicas con las que nos quedamos y recordamos como uno de nuestros más hermosos viajes. Probablemente se deba a su carácter único, a la magia de unos edificios antiguos que descansan sobre canales, reconvertidos ahora en silenciosos museos, y al romanticismo que desprenden sus calles (con todo esto, por tanto, se entiende la despectiva opinión de los italianos: no debe haber ciudad más desagradable para habitar que un lugar así). Ciudades como Praga, París o Nueva York son hermosas y uno puede perderse por sus calles durante días, pero se parecen a los lugares en los que vivimos. Venecia tiene el encanto de la novedad, la diferencia con respecto a nuestra vida diaria. Pasear entre sus canales es entrar en otro mundo, como un sueño, del que sabemos que pronto nos despertaremos, y la belleza se convertirá en un recuerdo.


Entre los numerosos encantos de la ciudad, el Puente de los Suspiros goza quizá del más enigmático de los nombres. Construido en 1600, unía el Palacio Ducal, donde se concentraban todos los edificios públicos, con las nuevas prisiones, salvando elegantemente el canal que separa ambos edificios. A diferencia de los numerosísimos puentes de la ciudad, éste está cubierto y cerrado, con pequeñas ventanas por las que se cuela la luz del sol.


Cuenta la más romántica de las leyendas venecianas que el nombre viene de los suspiros que emitían los condenados por los tribunales, cuando pasaban por ese puente para pagar sus penas en las oscuras y frías celdas, viendo, quizá por última vez, la luz del sol.

jueves, 4 de septiembre de 2008

El amo del asfalto


Aquí estoy, convertido en el terror de la carretera, sobre una pedazo “¡Magma!”, como dijo Checho nada más verla. Yo, que de motos apenas sé que no tienen techo, me lo creí. La verdad es que la moto molaba, parecía (para un absoluto desconocedor como yo) que lleváramos una Harley un poco más pequeña.
Sí, molar molaba mucho la moto, pero lo que es tirar, poquito la verdad. En las cuestas parecía que lleváramos una Vespino gripada, apenas subía aquello. Y encima casi nos caemos con la moto. Joder con el sobrino del Ángel del Infierno, no vuelvas a coger motos en tu vida.
Al menos, me quedo una foto como si fuera un motorista de esos que causan sensación por donde pasan.