domingo, 29 de junio de 2008

¿Día de gloria...?

Hoy, día de fútbol. Generaciones de españoles hemos esperado esta ocasión durante años y años. Hace demasiado tiempo que no hemos hecho nada; esta noche, ¿podremos? El mero hecho de haber llegado ya era algo impensable hace solo tres semanas. Pero una vez que hemos llegado hasta aquí, ¿no podríamos acabar lo que hemos empezado? Espero estar esta noche en Colón celebrándolo.¿Por qué me gusta el fútbol? Es difícil explicarlo, pero desde pequeño ha sido mi juego favorito, donde mayor diversión encontraba y mejores amigos he hecho. Y en el fútbol de competición veo reflejado todos los sueños con los que me dormía por la noche en mi habitación de niño de 8 años, los goles que quería marcar cuando jugaba en el patio del colegio con mis amigos y me imaginaba que estaba en la final de un mundial.
El fútbol es algo más que unos tíos dando patadas a un balón. Más allá de los goles, más allá del esfuerzo, hay pequeñas historias que hablan de personas y sueños, de emociones y sentimientos que estallan al besar la red una pelota. Mis historias favoritas vienen todas de la vieja, verde y nebulosa Inglaterra. No es extraño que así sea: son los inventores de este deporte, veneran como pocos a las viejas glorias y es un país en el que las tradiciones tienen mucha importancia. El fútbol se vive de otra manera, más pura que en cualquier otro lugar. Se aplaude el esfuerzo y al rival, porque se entiende que esto es un deporte, se juega entre caballeros y debe reconocerse al rival. Mucho deberíamos aprender en España. Esta anécdota, de la que existen dos versiones, me la contó Tobi y es mi favorita sobre cualquier otra:


-Situémonos en 1966, la víspera de la final de la Copa del Mundo de selecciones, el mayor acontecimiento futbolístico. A pesar de ser los inventores de este deporte y de presumir de la calidad de sus jugadores y sus clubes, ni la selección ni sus equipos han hecho nunca nada destacable en el panorama internacional. De hecho, en ese Mundial, han llegado a la final gracias a las ayudas arbitrales y al público más que a la calidad de sus jugadores (que sin duda la tenían).
En uno de los numerosos pubs de los abundantes pueblos de los históricos condados ingleses, se discute animadamente de las posibilidades del equipo inglés contra los poderosos alemanes. Todos ellos han luchado contra Alemania hace veinte años, y recuerdan con terror a los poderosos y orgullosos germanos, altos y rubios como ellos nunca lo han sido. Tanto entonces como cincuenta años antes, lograron la victoria gracias a la ayuda de los aliados, pero ahora se encuentran solos. ¿Podrán con los teutones? Desgraciadamente, muchos creen que no.
Entonces, hace sus aparición en el pub una celebridad local. En Inglaterra estas figuras son admiradas y respetadas, y cuando hablan la gente las escucha con los oídos abiertos y la boca cerrada. Es un venerable personaje, que viste con ropa de tweed y fuma en pipa, de nariz roja y pelo blanco. Y es entonces cuando uno de los que participan en la tertulia futbolística, que toda la parroquia sigue animadamente, le pregunta a la eminencia local su opinión sobre el partido de mañana: “Sir, ¿podremos con ellos?”.
Tranquilamente, este hombre admirado coge la pinta que el barman le ha servido sin esperar a que se la pidiera (al fin y al cabo, en un pub inglés, un hombre no puede beber otra cosa) y se la lleva a los labios. Tras un largo trago, la devuelve a la mesa, y con la mano izquierda se limpia la espuma que le ha quedado sobre el labio superior. Entonces, mira fijamente a aquel que le ha formulado la pregunta y le responde:
-Mire, les hemos ganado dos veces en su deporte nacional. Ahora se trata de nuestro deporte nacional. (Look, we’ve beaten them twice in their nacional game. Now it comes to our nacional game.)
No dijo nada más, pero todos los de aquel pub respiraron más tranquilos. E Inglaterra ganó la final, por supuesto.

-En la otra versión, Inglaterra juega en el Mundial de 1970 contra Alemania nuevamente. A pesar de jugar brillantemente, cae eliminada tras perder 3-2. Es un tragedia nacional, ya que habían presentado a uno de los mejores equipos de su historia.
En el mismo pueblo de la versión anterior, un niño llora desconsolado en la calle por la derrota del equipo nacional. Su padre es incapaz de consolarlo. Entonces, aparece nuevamente la eminente figura local, con su alta y aristocrática figura destacando sobre el resto. Ve la escena del niño con su padre, y se acerca para decirle unas palabras de consuelo al chico.
-No llores, jovencito. Ya les hemos ganado las dos veces que de verdad importaba. (Stop weeping, you young man. Cause we’ve beaten them the two times that really mattered.)

martes, 24 de junio de 2008

Nosce te ipsum

Qué malo es conocerse. Esta frase, tan socorrida entre los colegas cuando uno anticipa lo que otro va a hacer, encierra una gran verdad. Pero lo malo no es conocer a otro: para mí, eso sólo muestra la fuerza y la confianza que se alcanza con otra persona. Saber lo que piensa un amigo es para mí motivo de satisfacción. Hemos pasado tanto tiempo juntos que puedo anticipar sus reacciones. De alguna manera, comparto su vida al saber que es lo que dirá en tal o cual situación. A mí no me echaría para atrás en una relación saber lo que haría o diría mi pareja. Creo que fue Céline, el personaje de Julie Delpy en Antes del amanecer, la que decía que sólo entonces, sólo cuando pudiera anticipar todas las reacciones de su pareja, sabría que está verdaderamente enamorada. A mí me pasa lo mismo.
No, no es malo conocer a los demás. Lo malo de verdad es conocerse a uno mismo. No porque la vida deje de sorprenderte, sino porque sabes que no puedes evitar ser tu mismo, aunque pongas todo tu empeño. Es como luchar contra molinos de viento. “Lloro porque no puedo dejar de ser quien no quiero ser”, como dice Pedro Maestre. Y es que a veces me gustaría no ser tan previsible, no ser tan apocado e inseguro. Durante unos pocos días lo consigo, pero no tardo en volver a ser yo. Y lo peor es que desde el primer momento sé que va a ser así.
Conociéndome, debería ser capaz de evitar las cosas que me van a hacer daño. Evitar soñar al poco de conocer a una chica e ilusionarme con ella, pensar que con ella va a ser diferente y seguiremos juntos y felices, olvidando que también tiene un pasado y una personalidad. Debería ser capaz de no seguir pensando en ella cuando todo acaba, de no romperme la cabeza con que fue mal cuando yo pensaba que todo iba bien, no leer mil veces ese último mail o evitar entrar en su blog y descubrir que no soy ni una nota al pie de su vida. Pero no soy capaz, me gusta relamerme en el dolor. Y lo sé desde el principio.
¿De qué sirve conocerse uno mismo si no puedes evitar lo peor de ti?


viernes, 20 de junio de 2008

España-Italia... jugaremos como nunca y perderemos como siempre

Mola equivocarse...
Desde el momento en el que Buffon paró el penalty a Mutu, tuve un favorito para ganar esta Eurocopa. Puede que Holanda haya jugado el mejor fútbol hasta ahora, que la defensa italiana no sea la del pasado Mundial, pero en el fútbol hay intangibles que tienen enorme importancia en el resultado final. E Italia y Alemania son los que mejor dominan esos intangibles. Tienen un gen competitivo por encima de la media; sólo Argentina se asemeja a ellos. Pero Argentina no juega en la Eurocopa, Alemania tiene jugadores mediocres a los que sólo la camiseta convierte en mejores de lo que son. Pero Italia no. Aparte de contar con el mejor portero del mundo (Buffon), tienen jugadores de enorme calidad, como Pirlo o De Rossi, con un extraordinario delantero que saca petróleo de donde no hay nada (Toni), gladiadores de raza (Gattuso o Ambrosini) y carrileros capaces de mejorar notablemente sus prestaciones con respecto a su actuación durante todo el año anterior (Grosso y Zambrotta).
Si a todo eso le unimos que España ha pasado de la primera fase con extraordinaria comodidad y ratos de buen fútbol, que parecen convertirla en una de las aspirantes; y que Italia se ha clasificado, otra vez, con más pena que gloria; y de repente recordamos que hace 88 años que no ganamos a los transalpinos en un partido oficial. Entonces, no hay duda, jugaremos como nunca y perderemos como siempre. Lo más normal sería que España jugara bien, creando alguna ocasión (nunca demasiadas), que al final Buffon se encargaría de deshacer. Y entonces, en el último minuto, un ataque que parece inofensivo, acabaría en un remate con la espinilla de Toni que Casillas se tragaría. O puede pasar como hace dos años y que Italia nos de un baño. Pero lo que es seguro es que serán los azzurri los que pasarán a la semifinal. Es ley de vida, como la gravedad.
Lástima que éstas no jueguen. Seguro que harían mejor papel que la actual selección. Por lo menos, disfrutaríamos mucho más...

miércoles, 18 de junio de 2008

Un día de lluvia


Frente a la mayoría, yo prefiero los días de lluvia a los soleados. No somos pocos los que pensamos así, aunque es verdad que sumamos una vergonzosa minoría frente a los que disfrutan más con los rayos de sol.
No sé muy bien de donde viene esta preferencia. Soy perfectamente consciente de la belleza de un buen día de sol, que te invita a salir de casa y pasear, tomar algo en una terraza y tumbarte en un parque mientras cierras los ojos. Te pones moreno, que es algo muy apreciado hoy en día. En general, tendemos a estar más contentos cuando el sol ilumina los días.
Aún así, yo prefiero un día lluvioso. Para mí la lluvia significa vida. Sentir que el agua te va empapando, te da en la cara y te refresca es una sensación mucho más bonita que el sol achicharrándote. Siento como si me estuvieran regando, como si hubiera alguien que cada día se acuerda de mí y me trata con amor y cariño.
Muchos no ven la belleza de un día de lluvia. Quizá porque va más allá de la belleza obvia del sol, ofrece cosas que hay que decidir disfrutar, saber aprovecharlas cuando te son ofrecidas. Un día de lluvia es como la Academia: “limpia, fija y da esplendor”. Todos los lugares son más bonitos después de que haya llovido. Más limpios, más brillantes, con otra cara. El resultado son días más frescos y agradables, con los parques rebosantes de vida y vitalidad.
Da gusto salir a la calle si llueve. Y no es excusa que no te guste mojarte: coge un paraguas y un abrigo y ya está, problema resuelto. Como la gente no sabe apreciar esos días, se queda en casa o busca inmediatamente un bar en el que refugiarse. Así que las calles están libres de la fauna que todos los días las convierten en lugares intransitables, y disfrutas tú solo de ellas, a tus anchas, sin gente que te empuje o moleste. Es una de las pocas veces en las que disfruto de un paseo de verdad.
El día que llueve es como volver a lo mejor de la infancia. A mí me entran ganas de jugar, de saltar sobre los charcos y mojar a los demás, de correr y dar patadas al agua, mientras las gotas me dan de lleno en la cara. Me gusta empaparme y volver a casa chapoteando, agotado después de haber estado corriendo hasta que el corazón parecía que iba a salirse del pecho.
En un día de lluvia, yo me siento más vivo.

lunes, 16 de junio de 2008

Feria del Libro


Ayer terminó la Feria del Libro. Durante dos semanas, la gente ha abarrotado las casetas del Retiro y por una vez se han dejado el dinero en libros. Yo me alegro no porque me importe la cultura de la gente (no todos los libros son cultura y cada uno hace lo que quiere con su tiempo y su dinero), sino porque curro en una editorial y que la gente compre libros me beneficia.
Lo que más gracia me hace son los cálculos que se hacen al finalizar la Feria. Los económicos, me gusten o no, sean positivos o negativos, son hechos, fríos datos que no conocen intenciones. Otra cosa es que, probablemente, se inflen. Pero eso ya no es culpa de los pobres números.
En cambio, yo me pregunto como demonios son capaces de calcular el número de visitantes que recibe la Feria. ¿2.000.000 de personas (o así) en dos semanas? Primero, lo dudo. Y segundo, ¿quién demonios calcula eso? ¿Se pone alguien en el Paseo de Coches y se pone a contar? ¿Y si se ha dejado alguno o resulta que donde llevaba diez era sólo uno y ha metido un cero de más? Quizá lo calculan a ojo: “Este año veo mucho bulto. Venga, ¿cuáles fueron las cifras del año pasado? Pues dóblalo oye.” Al fin y al cabo, en todo lo que rodea a los libros hay mucha inventiva (que no imaginación). Conozco editores que presumen de vender 50.000 libros cuando en realidad no llegan a 10.000. Claro, son listos, saben que somos tan idiotas que compramos sólo porque hay muchos otros que lo han comprado también. La pregunta es: el primero, ¿por qué lo compró?

martes, 10 de junio de 2008

Y parece que fue ayer

Hoy hace cuatro años el avión despegaba por última vez del aeropuerto. Se acababa la etapa más intensa de mi vida, donde más aprendí y sentí. Liverpool se volvía cada vez más pequeño y lejano a medida que cogíamos velocidad, y ni tan siquiera la compañía de Alexandra a mi lado podía mitigar la tristeza que sentí.
Lamentablemente, durante años he vivido cohibido por el recuerdo de aquellos días, sin darme cuenta de que mi vida seguía y podía encontrar en cualquier parte lo que ahí había encontrado. Hoy, por fin, empiezo a vivir no con la mirada fija en el pasado, sino a partir de lo que aprendí, para seguir siendo feliz y experimentar nuevas cosas. Hoy me abro como entonces lo hice, y descubro que el mundo es mucho más amplio de lo que pensaba. Pero no olvidaré que todo empezó en aquello días de Liverpool, que haca hoy cuatro años terminaron.

«Liverpool 10.06.04 03:45 a.m.
Bueno cariño,

Ya ha llegado ese momento que tanto miedo nos daba pensar, pero creo que pese a la parte tan triste que tiene, hay algo que no nos podemos negar, y es que me encanta pensar la cantidad de cosas que nos llevamos (una maleta llena de tantos y tantos momentos, creo que tendremos que pagar bastante por exceso de equipaje en Easyjet). Como siempre digo, podemos considerarnos afortunados por habar podido vivir una experiencia así, debería ser una asignatura obligatoria en la carrera de la vida, hemos aprendido tanto... de la vida, de otras culturas, de nuestra propia cultura, pero sobre todo de nosotros mismos, y eso es algo que no tiene precio, ya que no nos lo puede quitar nadie.
Por esos momentos tan alegres, por esos no tan alegres, por esos momentos de risas, por esos de lágrimas, por esos filosóficos, por esas fiestas, por esas noches en el Cavern, por esas noches en el Scream, por esas sesiones de cine, por esos cafés (coca-cola para ti), por las canciones de Álex Ubago en momentos de depresión, por los sobres de pasta del Lidl, por el 3º C, por la gente de la Borden, por la gente de St Andrews, por la gente de Liverpool, por todos esos momentos que me has escuchado y me has ofrecido tu hombro para llorar, por mi forma de bailar, por el April’s fool, por el bar cutre donde trabajo, por esos momentos de viciada a la “play”, por todo el apoyo que me has dado, por lo mucho que vales, ... y por mil y un momentos más que podría escribir siempre vas a estar en un lugar muy especial en mi corazón, y eso no va a cambiar. Cuando miremos atrás y nos acordemos de Liverpool ‘03-’04 lo haremos con una sonrisa, pese a que hoy las lágrimas te impidan ver el sol. Así que quedate con esta frase que Maider me dijo un día:

DON’T CRY BECUASE IT’S OVER,
SMILE BECAUSE IT HAPPENED

No tengo palabras más grandes, y me da la sensación de que todo lo que pueda poner se queda corto al expresar lo que significas para mí, así que espero que esto se aproxime...
TE QUIERO
Para siempre,
Mamen.»

viernes, 6 de junio de 2008

Mi pequeño homenaje a Goran Petrovic

Un día abrí un libro, y descubrí un mundo diferente, más luminoso y real. Las palabras se deslizaron suavemente por mis ojos experimentando una metamorfosis. Ya no eran simples manchas de tinta a las que yo daba un significado, sino que pasaron a tomar vida, a ofrecer algo más allá de su inicial capacidad. Se hicieron auténticos cuerpos vivos, sugerencias de una nueva existencia, más real que la que ya tenía, donde vivir todo lo que jamás habría soñado experimentar. Y tuve la buena fortuna de leer ese libro, de pasar una noche en vela por saber hasta dónde llegaban los amores y desgracias de sus protagonistas, escuchar sus palabras y promesas, vagar por las casas y jardines que habitaban, contemplando como olvidaban las palabras que antes pronunciaban.
Y desde entonces sólo quiero vivir en casas que no tengan techo, donde poder dibujar, mientras observo las estrellas en mis sueños, un mundo a mi medida. Y abrir un libro en el que perderme y encontrarme, vagar por sus márgenes sin temer los espacios vacíos, conocer a desconocidos. Lecturas que dejen arena allí por donde pasan, desafiar a la razón y perderlo todo por un sueño imposible, por un amor condenado, por una mujer caprichosa y tornadiza.
Quiero sentirme como los protagonistas de ese libro, desgraciado pero vivo, maldito pero afortunado. Amar a toda costa, sin esperanza y en silencio, herido por la realidad. Tener nuevas experiencias para borrar las anteriores, volver a donde nunca fui. Hacer juramentos silenciosos en la oscuridad y cruzar los mares en una balsa acompañado sólo del recuerdo de tu mirada. Y, quizá, atreverme a decir lo que siento antes de que sea demasiado tarde y todo termine.
Así, cuando todo haya pasado y vuelva la vista atrás, pondré mi vida en la balanza y, según de qué lado se incline, podré decir que vida he tenido, sabré si debo sentirme afortunado o desdichado. No importa el resultado, no importa que es lo que pese más, si las lágrimas o las sonrisas, ni tan siquiera que me acompañes o haga tiempo que me hayas olvidado. Lo que de verdad cuenta es el mero acto, el haber vivido las experiencias que me juzgarán como persona. No tener la vida vacía de aquel que, llegado el momento, se vio rico en oro y pobre en sentimientos. Porque aunque el fin sea el mismo, los caminos habrán sido, al final, muy distintos.

domingo, 1 de junio de 2008

un buen día lo tiene cualquiera...

Aburrido, cansado, con dolor de estómago y solo. Vamos, que está siendo un gran día. Hoy estoy algo de bajón, con pocas o ninguna gana de hacer nada. Así que he decidido sacar mi vena más melancólica, escuchar las canciones más tristes que conozco (Burning, Dire Straits y cosas así) y pensar en todo lo que quiero y no tengo. He llegado a hacer alguna estupidez que no ha tenido repercusión al final. Necesitaría hablar con alguien, pero no tengo ganas de llamar. Menos mal que mañana será otro día, tendré mi última clase de francés (lo echaré de menos en dos semanas, seguro) y los días volverán a ser otra vez azules dentro de poco. Y volveré a estar bien hasta que me llegue otro día como hoy.
Quizá sean necesarios días así, para poder valorar como se merecen esos días más alegres. Pensaré en eso el resto del día.