viernes, 6 de junio de 2008

Mi pequeño homenaje a Goran Petrovic

Un día abrí un libro, y descubrí un mundo diferente, más luminoso y real. Las palabras se deslizaron suavemente por mis ojos experimentando una metamorfosis. Ya no eran simples manchas de tinta a las que yo daba un significado, sino que pasaron a tomar vida, a ofrecer algo más allá de su inicial capacidad. Se hicieron auténticos cuerpos vivos, sugerencias de una nueva existencia, más real que la que ya tenía, donde vivir todo lo que jamás habría soñado experimentar. Y tuve la buena fortuna de leer ese libro, de pasar una noche en vela por saber hasta dónde llegaban los amores y desgracias de sus protagonistas, escuchar sus palabras y promesas, vagar por las casas y jardines que habitaban, contemplando como olvidaban las palabras que antes pronunciaban.
Y desde entonces sólo quiero vivir en casas que no tengan techo, donde poder dibujar, mientras observo las estrellas en mis sueños, un mundo a mi medida. Y abrir un libro en el que perderme y encontrarme, vagar por sus márgenes sin temer los espacios vacíos, conocer a desconocidos. Lecturas que dejen arena allí por donde pasan, desafiar a la razón y perderlo todo por un sueño imposible, por un amor condenado, por una mujer caprichosa y tornadiza.
Quiero sentirme como los protagonistas de ese libro, desgraciado pero vivo, maldito pero afortunado. Amar a toda costa, sin esperanza y en silencio, herido por la realidad. Tener nuevas experiencias para borrar las anteriores, volver a donde nunca fui. Hacer juramentos silenciosos en la oscuridad y cruzar los mares en una balsa acompañado sólo del recuerdo de tu mirada. Y, quizá, atreverme a decir lo que siento antes de que sea demasiado tarde y todo termine.
Así, cuando todo haya pasado y vuelva la vista atrás, pondré mi vida en la balanza y, según de qué lado se incline, podré decir que vida he tenido, sabré si debo sentirme afortunado o desdichado. No importa el resultado, no importa que es lo que pese más, si las lágrimas o las sonrisas, ni tan siquiera que me acompañes o haga tiempo que me hayas olvidado. Lo que de verdad cuenta es el mero acto, el haber vivido las experiencias que me juzgarán como persona. No tener la vida vacía de aquel que, llegado el momento, se vio rico en oro y pobre en sentimientos. Porque aunque el fin sea el mismo, los caminos habrán sido, al final, muy distintos.

1 comentario:

Rocio dijo...

Hola, soy de Mexico y encontre tu Blog buscando algo de Goran Petrovik, debo decir que comparto contigo el sentimiento que da Leerlo. Dan ganas de vivir, de sentir y por supesto de imaginar, tambien me gusto el de "fraces para ligar y no morir en el intento" me hizo reir y eso lo agradezco. no te conozco pero parece que compartimos los gustos literarios y la timidez. Un abrazo desde esta parte de la red