lunes, 16 de junio de 2008

Feria del Libro


Ayer terminó la Feria del Libro. Durante dos semanas, la gente ha abarrotado las casetas del Retiro y por una vez se han dejado el dinero en libros. Yo me alegro no porque me importe la cultura de la gente (no todos los libros son cultura y cada uno hace lo que quiere con su tiempo y su dinero), sino porque curro en una editorial y que la gente compre libros me beneficia.
Lo que más gracia me hace son los cálculos que se hacen al finalizar la Feria. Los económicos, me gusten o no, sean positivos o negativos, son hechos, fríos datos que no conocen intenciones. Otra cosa es que, probablemente, se inflen. Pero eso ya no es culpa de los pobres números.
En cambio, yo me pregunto como demonios son capaces de calcular el número de visitantes que recibe la Feria. ¿2.000.000 de personas (o así) en dos semanas? Primero, lo dudo. Y segundo, ¿quién demonios calcula eso? ¿Se pone alguien en el Paseo de Coches y se pone a contar? ¿Y si se ha dejado alguno o resulta que donde llevaba diez era sólo uno y ha metido un cero de más? Quizá lo calculan a ojo: “Este año veo mucho bulto. Venga, ¿cuáles fueron las cifras del año pasado? Pues dóblalo oye.” Al fin y al cabo, en todo lo que rodea a los libros hay mucha inventiva (que no imaginación). Conozco editores que presumen de vender 50.000 libros cuando en realidad no llegan a 10.000. Claro, son listos, saben que somos tan idiotas que compramos sólo porque hay muchos otros que lo han comprado también. La pregunta es: el primero, ¿por qué lo compró?

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